Wednesday, April 11, 2007

Fuerte de Carchuna V

JUSTICIA DE GUERRA

La heroica serenidad de los nuestros sigue adelante, sin perder detalles. La justicia de guerra. Los detenidos han sido puestos en fila en una habitación por orden del Jefe del asalto. Hay que investigar quiénes son los Sargentos, quién es el Alférez.

Pregunta:-A ver, ¿quiénes son los que hay que fusilar? Nadie contesta.

-¿Todos sois adictos a la República? –inquiere otra vez el Ayudante de Bárzana, Jefe del asalto triunfante.

Son llamados tres asturianos. Nuestra justicia de guerra es la justicia del pueblo. Los tres asturianos llegan. Van a decir lo que los detenidos se callaban.

-¿Quiénes son los verdugos del Fuerte?

El índice de esa justicia del pueblo, rápida y segura, señala:

-El Alférez, tres Sargentos, el Cabo furriel.

Los demás, en libertad; es decir, en camino de liberarse. Son cinco los condenados. Estas sentencias no admiten indultos. Es la justicia misma.

Los condenados se atreven a hablar: -¿Qué vais a hacer con nosotros?

Son los tres asturianos los que contestan:-¡Ahora os acordáis! ¡Cuando pegaban con palos, no! ¡Cuando abrían la cabeza del soldado fascista, no! ¡Cuando mermaban el rancho, en negocio vil, no! La hora ha llegado.

Los arriman a la pared. Ante ellos, los cuatro Jefes del grupo y el Comisario Romero. El Alférez da un viva a la República. Los asturianos le echan en cara su conducta. Se hace fuego. Caen, desplomados, cuerpo a tierra, los tres Sargentos y el cabo.

El Alférez huye. Sale del Fuerte. ¡Adónde irá? Lo siguen dos camaradas nuestros. Le dan alcance. Gime, suplica, habla de sus hijos. Aquel que días antes groseramente, insultaba a las madres de los militares republicanos, muere dando un viva a la República.

-¡Cobarde!

Ya estaba liquidado aquello. Pero no había tiempo que perder. Ya podían salir todos los asturianos. Salió el Teniente de Artillería prisionero Gabino García Díaz, que estaba de acuerdo con los evadidos que conspiró con ellos antes de la evasión. Fue el primero que oyó voces en la noche. Poco a poco más fuertes. Ruido en las puertas. Nos disparos. Gritos de ¡Viva la República! Y ¡Viva Asturias! Que resonaban dentro de aquellas odiosas paredes. Fue el primero que contestó con locura de entusiasmo y alegría. Los demás durmientes se dieron cuenta.¡Han venido! Abrazos. Vivas, más vivas...

Nunca habían tenido un despertar como aquél. El grito de: “¡Asturianos, estamos aquí para salvaros!” fue el que les hizo romper su sueño pesado de esclavos del trabajo y el que les hizo buscar, nerviosos, con prisas locas, sus pobres ropas de reclusos.


* * *


Se repartieron los prisioneros los 32 fusiles de la guarnición. Las manos de los asturianos volvían, al cabo de tantos meses, a acariciar armas de libertad.

El Teniente Ayudante, Jefe del asalto, pide cuarenta voluntarios de los asturianos, y se presentan todos. Se manda a veinte de ellos por las bombas, que seguían en la chabola de los carabineros, y que se reparten entre cuarenta. Las bombas de mano las recibieron con ansia, con la mirada dura....Volvían a la lucha.

Alguna creyó que en la orilla del mar había embarcaciones para transportarlos a la zona leal. No había tal.

El Jefe de la expedición leal, formados todos en columna de a tres, da la orden: -¡Ahora, a jugarnos la vida todos juntos!¡A romper la línea enemiga!¡A buscar la línea leal! ¡Viva la República! ¡Viva Asturias!

Cantando himnos de Libertad, la columna se pone en marcha...


HACIA CALAHONDA
A vanguardia marchan los fusileros y granaderos.

A unos 800 metros ya de este pueblo, pasan al abrigo de un cerro próximo. Allí se guarecen entre palmeras. Salen en exploración dos guerrilleros y el Teniente Lupión.

Pronto regresan e informan de que hay guardia enemiga en la carretera, en la entrada del pueblo.

Se nombra jefe del grupo de fusileros y se ordena cubrir todo el frente hasta cerca del mar. Se agrupan 14 granaderos que, con Secundino y el Teniente Ayudante, suben al cerro, situado encima de Calahonda. Observan cómo patrulla la Guardia civil por las calles del pueblo.

Nuestras fuerzas se aproximan al pueblo. La Guardia Civil, que los ha avistado, se parapeta en un cortijo a la salida del pueblo.

Mientras, el resto de la fuerza ataca las guardias de la carretera con bombas de mano. En pleno combate se oye a un Jefe enemigo: -¡Llamad a Motril a ver qué hace ese batallón!

Un fusil enemigo, desde la carretera, seguía disparando. Unas bombas leales y desaparece. Nuestras fuerzas de la carretera coronan una loma a la entrada del pueblo; dominan la carretera.

Un ¡Viva la República! Y avanzan.

Otro ¡Viva! Y la carretera es nuestra.

Ya no queda enemigo.

Nuestras fuerzas entran en el pueblo de tres en fondo, desfilando y cantando los himnos leales. La gente se agolpa. Mujeres y niños –hombres no hay—marchan detrás, aclamándoles. Se oyen expresiones como ésta: “¡Y luego dicen que los rojos perderán la guerra!”

El grupo del cerro baja y espera, a la salida del pueblo, a los hombres de la carretera. Mandan tres enlaces a Calahonda por si había quedado allí alguien.

Quedaba el enemigo tradicional: la Guardia Civil.

Esta avanza del cortijo hacia nuestros hombres. Otra lucha. Cae muerto un asturiano. Redobla la lucha. El enemigo se ve vencido; unos guardias huyen; otros siguen resistiendo. Ataque a fondo de los asturianos.

Otra baja. El Teniente libertado del Fuerte, de aquella prisión, africana en el ambiente y nazi por el trato, el gran artillero del Norte, Gabino García Díaz, caía muerto por las balas asesinas de la Guardia civil de Calahonda. Era la última víctima del fascismo en aquella aventura.

Caen todos los Guardias civiles.

Ha terminado el obstáculo de Calahonda.


Continuará

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