Monday, April 09, 2007

Fuerte de Carchuna I

Iré posteando en las siguientes entregas el texto íntegro de un panfleto que emitió la Delegación de Propaganda de Madrid en 1938, redactado por un comisario político, describiendo la epopeya de Carchuna. Por lo que he podido averiguar, el texto está bastante aproximado a los hechos reales y se toma muy pocas licencias literarias. Os dejo con el primer capítulo.


Fuerte de Carchuna
Editado por la Subsecretaría de Propaganda
Delegación de Madrid
Madrid 1938
Redactor literario: José Estrada Parra
A LA OPINIÓN PÚBLICA:
La Delegación de Propaganda y Prensa de Madrid se complace en recoger la iniciativa del XXIII Cuerpo de Ejército, que ha plasmado, con galana pluma, en este libro un hecho maravilloso de la epopeya que España está escribiendo con la sangre de sus hijos.
FUERTE DE CARCHUNA es el compendio del Espíritu que los hombres auténticamente españoles representan en estas horas trágicas para nuestra Patria.
Es preciso, pues, que la España leal, el mundo entero, conozcan la narración que en estas páginas se deja escrita. Por ello, la Delegación de Propaganda y prensa de Madrid hace suya esta obra, que pretende divulgar con el merecimiento debido.
Madrid, 9 de julio de 1938
Soldados de la República Española que con su heroísmo pusieron en libertad a los prisioneros asturianos:

TENIENTES:D. José Fernández Rodríguez, D. Nicolás Pérez Lupión, D. Luis Caballero Bravo, D. Bill Aalto, D. Joaquín Fernández Canga, D. Esteban Alonso Garcia, D. Cándido López Muriel, D. Secundino Alvarez Torres
DELEGADO POLÍTICO:Juan Romero Cáceres
SARGENTOS:D. Carlos Matych, D. Pavel Antos, D. Irving Goff, D. Valo Valtualinen
CABOS:Eusebio Iranzo Herrera, Francisco Ferrus Galarza, Miguel Santolla Gallego, Juan Rubio Yelamos, Juan Olmedo Rodríguez, Francisco Gallardo Ramírez, Eulalio San José Vidal, Antonio Carmona Mejías, José Puerta Lorenzo, Antonio Barranco Domínguez, Antonio Ruiz Martínez
SOLDADOS:Enrique Rodríguez Moreno, José Camalgo Martín, Francisco Maldonado Colvera, José Pizarra Fernández, Juan Rodríguez Moreno, José Casado Navas, Juan Yánez Pretel, Salvador Garvin Garvin
PAISANOS:José Lupiáñez Alvarez, Andrés Melero Ramos, Manuel Soler Soler
Prólogo
En estas páginas, ciudadano lector, hallarás fielmente reflejada la pequeña batalla de Carchuna, dada al fascismo por nuestro Ejército Popular para liberar a 308 soldados republicanos presos en el fuerte rebelde del mismo nombre.
Jamás creyó la Dirección del XXIII Cuerpo de Ejército que la España leal pudiera dispensar a nuestros Jefes, Comisarios, Oficiales y soldados muestras tan amplias de aprobación, ya que el esfuerzo realizado no rebasó las proporciones obligadas y mínimas que las circunstancias imponen a los soldados que luchan por la independencia de España.
Los hechos, tal y como ocurrieron, fueron entregados al Comisario de la 23 División, camarada José Estrada Parra, para que los envolviera en el bello lenguaje que le caracteriza entre los buenos escritores del antifascismo español. Para mayor veracidad de la crónica, nuestro Comisario artista se ha creído obligado a citar algunos nombres de participantes directos que para el confiado lector él supone de garantía o digno de merecerla.
En el curso del relato verás audacia, organización y disciplina, que por ser virtudes de nuestro pueblo no pueden estar ausentes del Ejército glorioso de nuestra independencia. Y verás también cómo el sentimiento nacional, el sentido de Patria y nacencia común que debe unir a todos los españoles frente al invasor no sólo impulsó a los embarcados en pos de la salvación de otros españoles, sino que les movió a tender la mano fraterna –salvo las excepciones obligadas y justicieras con los renegados por siempre—y llamar a una acción común contra los enemigos de España a aquellos compatriotas que, por el carácter primero de nuestra guerra, viéronse obligados a servir a los enemigos de España.
Rescatar a la Patria de sus invasores es la misión sagrada que la Historia, siempre sabia, ha confiado a la república. Acatarla, honrarla y servirla es, pues, hoy deber común de todos los españoles que sientan la honrada satisfacción y el legítimo orgullo de haber nacido en España.
¡Viva la República! ¡Viva nuestra independencia!
INTRODUCCIÓN
El Servicio de Información de nuestro Ejército nos trajo la noticia en la expresión silenciosa del secreto, pero montada en alegres alas de sorpresa:“A Motril han llegado varios cientos de prisioneros asturianos.” Asturias y sus asturianos –sabemos por qué—llena a los españoles de emoción al conjuro del más insignificante recuerdo. Tan preñada está su historia de hechos salientes, de gestos varoniles, de épocas heroicas, de luchas generosas, de enseñanzas sublimes.
Asturias ha sido siempre como una lección, en libro abierto, para los que anhelaban justicia mejor; los asturianos han sido siempre, asimismo, ejemplo magnífico para los enamorados de la Libertad. Decir, pues, que en Motril había asturianos era tanto como una seguridad de acción maravillosa, como la certeza más firme de que un pedazo de nuestro Ejército Popular estaba situado en la misma retaguardia facciosa. Esta idea, surgida por el mensaje de nuestros informadores, fue aferrándose a la mente de nuestros Mandos militares. Existía un hecho: asturianos prisioneros del fascismo en Motril. Con rapidez vertiginosa, propia de Mandos capaces, sobre el conocimiento del hecho nacía la decisión:¡Hay que rescatarlos! Manos a la obra.
Un Jefe: como siempre, estaba presente. Un Oficial: como siempre, estaba a la orden. Un Comisario: como siempre, estaba decidido. Unos soldados: como siempre también, obedientes y disciplinados, se encontraban. Por encima de todos, presidiéndolos, un deber: España. Un trozo de Asturias se colocaba al alcance de una operación. Inteligencia y audacia hacían falta. Ambas cosas posee hoy, en grado sumo, nuestro Ejército. Demostrado está.
En las líneas que siguen se refleja letra a letra, paso a paso, con exactitud científica, con pretensión de narración histórica, la acción, un tanto aventurera y, por consiguiente, clásicamente española, que hubo de desarrollarse –el mar, la tierra, la noche, la inteligencia y el valor en maridaje de amor por España y por su independencia—para que trescientos cinco asturianos, hermanos nuestros, pudieran estar, como están hoy, contentos entre los suyos, alegres en su España, que se les antoja como aquella Asturias donde el clima moral permanente fue la enseña vigorosa de su historia de héroes.
EN EL FUERTE DE CARCHUNA...
Asturianos prisioneros de los facciosos en el Fuerte de Carchuna, a unos kilómetros de nuestras líneas. El Mando lo sabe. El Mando no ignora nada. Su información es exacta.“¡Asturianos!, ¡Asturianos!”, se repite asimismo el mando, como el pensamiento más tenso que le domina. Aun difusa, prevé una operación, un golpe, una maniobra. No hay duda alguna sobre lo que pensarán esos asturianos. Con hombres así, se puede contar para todo.¡Son asturianos!¡Son españoles! Y españolas las fuerzas leales. Español es el Mando.
Se lucha por la independencia de España. Transcurren los días. Como caballos de la obsesión galopan por el pensamiento ideas de audacia. Sólo una cosa, salida de la órbita de lo abstracto, se concreta en palabras. Esta: rescate, necesidad imperiosa del rescate. Nada tan fácil de concebir. Nada tan difícil de ejecutar. Pero no hay más remedio. La decisión es tan firme que rompe los frenos de la duda. Adelante. Es la decisión, que toma alma en busca del cuerpo de una realidad.¡Adelante! Es España mutilada, en su afán de recobrarse.¡Adelante!...
* * *
El Fuerte de Carchuna está a cien metros aproximadamente de la costa. En él están poco más de trescientos asturianos prisioneros. La guarnición de vigilancia la componen un Alférez, varios Sargentos y veintitantos soldados. De cuando en cuando vigila también, en frecuentes visitas, las almas de los reclusos, un cura, que en pláticas “cristianas” suele decir a los asturianos que los rusos son muy malos, que los alemanes e italianos son muy buenos, que por las venas de nuestros camaradas no corre sangre, sino pólvora; que los ojos no ven más que cosas malas y que los oídos no oyen más que cosas perversas.
Los asturianos pensaban en le República, en España, porque por sus venas corría sangre española. Sus ojos no contemplaban más que la Naturaleza –tierra a un lado y mar a otro--.Sus oídos, imposibilitados ellos para comunicarse con otras personas, sólo oían al cura en sus pláticas “cristianas”.La vida era dura. Al trabajo por la mañana, en la continuación de un campo de aviación en el mismo llano de Carchuna y en la carretera que se dirige a la posición enemiga del Conjuro. Trabajo custodiado. Después, a la prisión, asimismo custodiados.
El General faccioso Cabanellas visitó el Fuerte. Dirigió la palabra a los asturianos.Conviene consignar algunas de ellas. Dijo:“Estáis perdidos. Los rojos tienen ya perdida la Guerra.”Quince días después el General perdía la vida. Los “rojos”, como el primer día, seguían la lucha.
* * *
El Alférez encargado de la custodia de los prisioneros en el Fuerte era fascista. No necesitaremos gastar líneas en demostrarlo. Le habían dicho que el fascismo era autoridad. El Alférez, señorito adinerado metido a militar del crimen, tenía a sus órdenes unos soldados. Estimaba que los soldados eran iguales a los obreros que él poseía en los trabajos de labranza. Autoridad, mucha autoridad, es el fascismo.
Un buen día –mal día—se le atravesó un soldado de los suyos, del ejército fascista. No mediaron palabras. Un palo en la cabeza. Esta quedó abierta.
Auténtico. Asturianos lo vieron. Asturianos lo vengarían. No hizo falta un acta donde quedase escrito el relato del crimen. Grabado con tinta de indignación quedó la estampa trágica en la mente de nuestros camaradas. De algunos Sargentos y soldados de la guarnición también.
De unos y otros, con los puños del corazón en alto, partieron miradas esperanzadoras hacia la zona leal, como la aguja que señala el Norte en la rosa de la Justicia.
* * *
Ha llegado al Fuerte un asturiano procedente del hospital de Granada. Se inquieren noticias por los compañeros del estado de la retaguardia facciosa, de lo que ha visto, de lo que ha oído. Con el sigilo natural van preguntando todos.
El que en el hospital dejó una enfermedad física, del hospital se trae una enfermedad moral, que no curan los médicos.
En el hospital había italianos, moros, españoles. A éstos, para distraerlos, se les entregaban folletos de propaganda editados por el Estado Mayor del cabecilla rebelde Franco. Uno de ellos cae en manos de nuestro camarada. Se refiere a Asturias. Empieza a leerlo con avidez, con ilusión, porque es de Asturias, de su tierra.
Leyéndolo, su fiebre aumenta. Pero es otra clase de fiebre. Sigue leyéndolo. Hasta el momento en que se queda frío. El folleto se cae de las manos.
Quiere protestar, gritar. No pudo ser. Hubiese sido peor. El folleto habla de Asturias, en la época gloriosa en que Asturias era nuestra.“Todas las mujeres de los asturianos –decía el folleto—están en manos de los extranjeros, de los rusos.”
Del subconsciente brotaban lanzas de razón, de verdad --Ni un extranjero, ni uno. Asturias, mi tierra, era defendida por mí, por los asturianos, ¡sólo asturianos!...
* * *
El Fuerte de Carchuna... pasará a la Historia. ¡Cuánto contraste! Contra la mentira, la verdad. Contra la sinrazón, la razón. Contra la injusticia, la justicia.Contra los cobardes, los valientes.
La verdad, la razón, la justicia y la valentía estaban de nuestra parte.
Las armas...
Continuará

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