15 de Julio de 1936
Ahora cobraban sentido las palabras de la noche anterior. Serían las dos de la madrugada de hace dos noches cuando Alfredo Alcázar, el joven Guardia de Asalto, escuchó la furtiva y atípica conversación entre un Capitán de la Guardia Civil (las estrellas de su uniforme le delataban, aunque no llevara gorra ni tricornio) y el Capitán Ramos, de la guardia de Asalto, a quien Alfredo conocía bien, al pie de la camioneta número 17:
-He hecho algo horrible, Esteban. Tengo en mente volarme la cabeza. Es lo que merezco, sin duda.
- Serénate, Fernando. – Le respondió el Capitán Ramos, sin alterar su grave tono de voz lo mas mínimo. – Dentro de poco llegará el día en el que podamos redimirnos como hombres, morir cara a cara con el enemigo, no como cobardes, en un callejón a oscuras.
La profesionalidad pudo mas que la curiosidad y Alfredo Alcázar continuó con su guardia por el patio del cuartel de Pontejos. Aunque probablemente, de saber lo que ahora sabía, se hubiese quedado a escuchar el resto.
La camioneta número 17. No era difícil atar cabos. Los periódicos lo decían claramente: el líder monárquico Calvo Sotelo fue secuestrado y asesinado la noche del día 13 a bordo de una camioneta de Asalto en represalia por el asesinato del Teniente Castillo por pistoleros derechistas. Alfredo creía que le estaba bien merecido. Calvo Sotelo no era más que un fascista de lengua viperina como los que habían tiroteado al buen Teniente Castillo, a quien había conocido personalmente. Pero dejando de lado sus preferencias personales, estos acontecimientos agravaban la ya de por sí tensa situación. La derecha querría ahora su venganza, y la espiral de violencia se ensancharía aún mas. Y los rumores de un golpe de estado seguían presentes, lo habían estado desde que las izquierdas ganaron las elecciones de Febrero.
Alfredo decidió engrasar bien su enorme pistolón Astra reglamentario. Los próximos días la Guardia de Asalto iba a tener que emplearse a fondo.
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