La lastimosa comitiva entró en la aldea de Castralvo. El cabo
San Rafael, ayudado por el joven oficial amigo de Juan Mari, llevaba a cuestas
el cuerpo de Paolo. Pobre espagueti. No sabe si saldría de ésta. Tras ellos,
apoyados el uno en el otro, el brigada Paredes y Alfredo Alcázar, arrastrando el
fusil ametrallador por el pedregoso camino. Los vigilantes del control que había
en la entrada no hicieron preguntas. El goteo de soldados heridos y derrotados
que lo atravesaban había sido constante en las últimas jornadas.
Las calles del pueblo estaban jalonadas de heridos, de moribundos
que pedían ayuda a las columnas de soldados, pero éstos no se la podían ofrecer.
Se batían en retirada. Muchos se habían extraviado de sus mandos. Algunos
llevaban varios días huyendo, agotados y hambrientos, con la mirada perdida de
los que han perdido la esperanza. San Rafael buscó infructuosamente un médico
disponible. Las cosas pintaban feas para el italiano, malherido como estaba.
Paredes y Alcázar se sentaron a un lado del camino, exhaustos. Mateo Merino
atendía a Paolo, de cuyo pecho volvía a manar la sangre. El brigada estaba
lívido. San Rafael sabía que estaba al borde del desmayo. Necesitaban ayuda, y
rápido.
Entonces oyeron un claxon. Un ajado descapotable atravesaba
el pueblo en dirección al frente, y, erguido sobre él, una alta figura envuelta
en un capote, con la cabeza descubierta. A San Rafael se le mudó el rostro
cuando vio los emblemas del V Cuerpo sobre el capó. Era Modesto.
- Orden, camaradas. ¡Vosotros!, recoged esos fusiles y dad la vuelta. ¿Los
heridos? ¡Mañana estarán muertos si no hemos recompuesto el frente! – A su paso
los soldados detenían su retirada. Ya no estaban solos, el mando no les había
abandonado.
San Rafael levantó el fusil por encima de la cabeza,
interponiéndose en el recorrido del auto. Modesto reparó en su presencia y
ordenó al chofer que se detuviera. El viejo camarada estaba despeinado y sus
grandes ojeras delataban que hacía mucho que no descansaba.
- ¡Coño, Carlos!
No sabes la alegría que me das. Os daba a todos por muertos. ¿Qué sabes de la
Chusma?
- No tengo idea. Dejamos Teruel antes del alba. Nos dividimos.
Aquello ha sido un infierno. Puede que estés hablando con los únicos
supervivientes.
- ¡Qué me dices! – La alegría por el encuentro se esfumó del
rostro de Modesto.
- Traemos varios heridos, uno de ellos muy grave. Se
trata de Paolo, el italiano. No hay forma de encontrar a alguien que los
atienda. Eres nuestra última esperanza.
- No hay problema. Que los lleven a
la casa consistorial de parte mía. Ahí hay un equipo médico del V. ¿Tu estás
bien? – dijo Modesto señalando las ropas ensangrentadas de San Rafael.
- Si,
descuida. La mayoría de la sangre no es mía. Y lo del brazo es sólo un
rasguño.
- Pues me vienes de perilla. A mi asistente se lo llevó por delante
un caza fascista que nos ametralló en la carretera de Sagunto, y necesito poner
orden en este desbarajuste.
- Precisamente venimos con un mando de la 46 que
hemos rescatado de Teruel. Él también está de una pieza.
- Estupendo. Subid
al coche de inmediato.
Ordenaron a un grupo de soldados que
atendiesen a los heridos, y en unos instantes ya estaban en camino de
nuevo.
.
Tras dar por liquidada la Batalla de Teruel, la más costosa confrontación del conflicto hasta la fecha, Franco manda iniciar la Campaña de Aragón. Con el ejército republicano deslavazado tras la cruenta batalla invernal y los suministros de los aliados italoalemanes manando sin parar, las perspectivas para los rebeldes son magníficas. Avanzan espectacularmente en una verdadera apoteosis de la guerra mecanizada: sus ataques embolsan a gran cantidad de fuerzas republicanas, usando como puntas de lanza los blindados y la aviación. Para los leales son días terribles, de retiradas y combates estériles.
Victorias como la del combate del Cabo de Palos, en el que los republicanos hunden la nave insignia de la flota nacionalista, ni siquiera sirven para esperanzar a la población, aterrorizada por unos bombardeos indiscriminados que no paran de hacerse cada vez más densos y destructivos. Para hacerse una idea de la magnitud de estos ataques a la retaguardia, baste el siguiente dato: en tres días la aviación italiana dejará más de 1000 muertos en un ataque sin precedentes sobre la ciudad de Barcelona. Durante la Batalla de Inglaterra, estos hechos serán evocados por Churchill en uno de sus famosos discursos llamando a la resistencia (“I do not at all underrate the severity of the ordeal which lies before us; but I believe our countrymen will show themselves capable of standing up to it, like the brave men of Barcelona, and will be able to stand up to it, and carry on in spite of it, at least as well as any other people in the world.” – Discurso a la Cámara de los Comunes, 18 de Junio de 1940).
En el frente, Marzo termina con el fin de la primera fase de la ofensiva franquista, que ha sido un rotundo éxito. Ante las tropas del Caudillo se abre la costa mediterránea. Un solo impulso más y la zona republicana quedará dividida irremisiblemente en dos.
4 comments:
Que mal pinta esto, camaradas.
Mi italiano acribillado y más al borde de la muerte que nadie. Martínez desaparecido. Numerosas bajas de Recios. Juan Mari también en el hospital y Alcazar desaparecido después de llegar al hospital. No es mucho suponer que ha ido a buscar a Martinez, ¿verdad?
Paolo (aun entre la vida y la muerte)
Por ahí me sugieren que te ponga el defecto "Derrotista". Se estudiará ;)
Muchos piensan que la derrota final está cerca, pero aún quedan esperanzas. Madrid no ha caído. Barcelona no ha caído. Ánimo.
Mientras tengamos cojones aguantaremos, además, hemos dejado qeu se acerquen tanto para que se lo crean, caerán seguro.
San Rafael.
Con un -3 de moral lo único que puedo hacer es ser derrotista. Además, los derrotistas y pesimistas están infravalorados. Gracias a gente como nosotros se inventaron los cinturones de seguridad, los airbags y las traqueotomias. Es más, diría que incluso el sexo anal fue invento de los derrotistas.
Además, que conste que me parece igual de mar ser derrotista que estar cegado por los "cojones" y una moral inapropiada.
Paolo
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