Rosita jamás habría imaginado que un fusil era tan pesado hasta que tuvo en sus manos el mauser recién sacado del Cuartel de Campamento. A sus dieciocho años, con un arma en la mano y miles de sus compañeros anarquistas rodeándola, sentía que tenía al destino era suyo. Pese a su juventud, Rosa tenía una profunda conciencia social. De familia pobre y analfabeta, se propuso educarse por su cuenta, y el Ateneo Libertario de Madrid puso a su servicio todo lo que necesitó. Junto con las primeras letras, aprendió las teorías de Bakunin y Kropotkin, y en 1934, tras los sucesos revolucionarios que tanto la conmocionaron, se afilió a las Juventudes Libertarias de la CNT. Cuando llegó el golpe de julio, Rosita no lo dudó un momento. Se despidió de sus padres, y se echó a la calle, dispuesta a cambiar el mundo o a morir en el intento.
Su mirada cándida y sus rasgos delicados la hacen parecer frágil, pero Rosita es una joven de hierro, con unas fuertes convicciones. En sus gestos, su vestimenta y su manera de hablar se percibe un cierto cosmopolitismo, que destaca con sus humildes orígenes.
No comments:
Post a Comment